2014/01/26

REFLEJOS DE INVIERNO. DE VUELTA POR ORGI.

Los bosques hay que visitarlos por lo menos cuatro veces al año, para poder verlos en sus cuatro momentos. Y este fin de semana hemos vuelto a uno que ya conocéis, el de Orgi. La última vez que lo paseamos fue en la plenitud del otoño y sus marrones, sus setas y sus duendes; el viento soplaba suavemente meciendo las hojas de los robles y una suave melodía recorría el camino haciéndolo especial.

Este fin de semana hemos estado otra vez. Y como no podía ser de otra manera, otro bosque nos ha salido al paso. Un bosque de blancos y negros, azules y grises; un bosque de sonidos más concretos y finos, como el de algún pajarillo que se animaba a cantar o el de ligeras aguas discurriendo hacia las balsas que han colonizado casi todo el suelo. Las últimas y abundantes lluvias hacen que se transforme por completo el bosque y ahí reside precisamente la magia del invierno en Orgi: en realidad hay dos bosques, el de arriba y el de abajo, el del cielo y el del agua, el auténtico y el reflejado en las aguas inmóviles. Sólo perturbando su quietud se desvela el truco y el espejo desaparece. Así, como sin quererlo, el caminante acaba rodeado de árboles por arriba, por los lados y también por abajo.

El invierno en el bosque inundado es igual de poético, porque las cosas dejan de ser lo que son: mirando al suelo veréis el cielo, y mirando hacia arriba tal vez veáis vuestros reflejos.

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