2015/10/25

ARANZAZU

Sin duda uno de los lugares más especiales y espectaculares del País Vasco es el Santuario de Aránzazu, perteneciente a la orden de los franciscanos. Y allí solemos ir de vez en cuando, pasar el día visitando la Basílica y caminando por el maravilloso paisaje natural que la rodea:

Nuestra Señora de Aránzazu está en el corazón de Guipúzcoa, cerca de Oñate, en las cercanías de las preciosas campas de Urbía y en el interior del Parque Natural del Aitzkorri-Araz. El entorno es, por lo tanto, espectacular y en cualquier época del año se disfruta de la naturaleza en todo su esplendor. Pero antes o después de emprender cualquier excursión, hay que visitar la Basílica obligatoriamente. Porque es uno de los complejor religiosos más especiales y contemporáneos que se pueden visitar. Fue proyectado y comenzado a construir en la década de los años cincuenta, por los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga. Los artistas Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Lucio Muñoz y Néstor Basterrechea se encargarían de la fachada principal, las puertas de entrada, el ábside y la cripta, respectivamente. En los últimos años el complejo y su entorno han sido objeto de una cuidada intervención de renovación y ampliación por parte de los arquitectos Miguel Ángel Alonso del Val y Rufino Hernández (recomendamos pasar un rato tranquilo en el Misterio).

Todo en Aránzazu es poético y místico. Los apóstoles del friso de la fachada principal vacían su cuerpo porque Oteiza quiso representar con el vacío precisamente el alma; Basterrechea pintó la cripta recuperando la esencia de los primeros espacios en los que los cristianos comenzaron la Iglesia; Lucio Muñoz representó como nadie el lugar de aparición de la Virgen, rodeada de espinos. De hecho, Aránzazu es en realidad la advocación vasca de la Virgen María, y procede de Ara-antz-a-zu, que significa entre otras cosas espina. Y eso es, precisamente, lo que los arquitectos emplearon en la construcción material de la Basílica: espinos. Miles de diamantes en punta que simbolizan los espinos en los que se apareció la Virgen al pastor Rodrigo de Baltztegi.

Todo lo que os digamos sobre Aránzazu no puede comprenderse si no se visita. Así que os animamos, a los que todavía no lo conocéis, a acercaos para disfrutar con el espectáculo arquitectónico y natural. Como nosotros, que después de visitar los edificios, nos subimos a las campas de Urbía... Pero eso es historia de la próxima entrada.

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